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EL PESO DE UN LIBRO. La lectura y el paso del tiempo

Los libros son mis unidades cronológicas favoritas. Para recrear el pasado y desenhebrar con más tino la urdimbre de mi memoria, casi siempre me basta con remitirme al libro que estaba leyendo en el tiempo que necesito recordar. Salvador Novo dijo lo mismo, pero más fino y sin tanta palabrería: “Mis libros/ tienen en sí/ las épocas en que los leí”. Que yo sea un lector calmoso y disperso posibilita esta feliz maniobra: la conjunción de ambos defectos hace que mi experiencia lectora casi siempre se dilate lo suficiente para ajustarse a las anchas parcelas de mi vida. Me tardo mucho (muchísimo) en acabar un libro, tanto que a menudo empiezo el siguiente cuando también comienza una nueva etapa de mi existencia. Puedo formular mejor esta idea: leo tan poco y tan lento que mis libros son épocas. Estos son algunos ejemplos de libros que no puedo disociar de una temporada exacta: a la ingenuidad y el arrojo adolescente y a la germinación de mi mal de lectura me remite Gringo Viejo. Mis primer
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PATÁFORA DE QUIEN CORRE TRAS UNA GORRA (versión del autor)

Este ensayo tiene su origen en un ejercicio creativo que nos impusimos en LVI . El proyecto se llamaba "Esto no es una cosa"; el objetivo era que cada participante describiera el objeto con el que los demás lo asociaban más, pero en la medida literaria justa para hacerlo trascender su coseidad (obviamente, la dirección menos escarpada para lograr esta misión era disfrazar ese objeto de amuleto). La versión final de mi propuesta está cercenada; esta tiene menos tajos editoriales, pero su verdadero atributo es que, a diferencia de aquella, no se trata, ella misma, de un amuleto. Patáfora de quien corre tras una gorra La ‘patafísica es la ciencia que estudia las leyes que rigen las excepciones. Aquí nos servirá para estudiar la excepcionalidad de las prendas para cubrir la cabeza. Por Gerardo Alquicira Zariñán *** Desperdicios sembrados al azar, el más hermoso orden del mundo. Heráclito. Las designaciones colectivas son consensos arbitrarios. Asigno nombres universales a un núme

CONTRA EL JUICIO DE SOBREVALORACIÓN

Asegurar que algo está sobrevalorado es siempre una malintencionada petición de principio, además de un lance lógico a todas luces recursivo e inútil. Sí, la idea original, aunque referida a la palabra "problema", es de Borges. Pero esta entrada no tiene que ver tanto con el problema autoral ni con el de la excesiva (y con frecuencia exagerada y ciega*)  confianza que muchos hemos depositado en el genio del viejito enciclopédico, sino con una experiencia sensorial más usual y vana, pero también más insidiosa: un dolor de cabeza que no se me quita desde hace horas, y que me provoqué haciendo ejercicio, y que no me deja pensar y ya me tiene harto.  Decía ayer que emitir un juicio acerca de la medida justa del valor de una cosa es suponer que la cosa tiene un valor trascendental fijo, infranqueable, nouménico y aparentemente opaco (“esotérico” tal vez sería un mejor predicado), al que el juicio debe ajustarse para convenir a la verdad. Y, claro, que hay algo así como La Verdad A

DOS PAYASOS ENTRAN A UNA CANTINA. Sobre filosofía, netología y adivinación.

Mientras oía el sketch que Carlos Loret de Mola y Brozo grabaron hace poquito en una cantina vacía y sucia, pretendido símbolo de la mexicanidad hibernante y como adormilada por un vacío espiritual muy parecido a una pequeña muerte —el estupor después de nuestro último regocijo nacional, del inmenso frenesí político del 2018, de la revancha y la factura del desaliento y todas esas cosas de las que uno habla cuando está borracho y confía demasiado en sí mismo—, se me ocurrió escribir de una buena vez [1] qué opino de Manuel Andrés López Obrador. Pero tal vez porque, precisamente, siempre he entendido mal los fines de la filosofía, de nuevo me hallé en esa calle de sentido único en la que desagua esta vocación desesperada, y en la que con toda la malicia del mundo he decidido instalar mi trinchera privada de pensamiento: la verdad es que no tengo nada que opinar sobre estas cuestiones porque yo no soy bueno para eso de escribir netas que tu compa el chairo va a expropiar mañana, y que

ENSAYO SOBRE LA EMPATÍA

Este ensayo tiene su origen en un artículo que escribí en mis primeros días como copirruaider con hambre frilans. Aparentemente, la historia contemporánea de la seguridad vial no le enseña a los automovilistas cómo no romperse su madre (el noble objetivo del blog que me lo rechazó), y por eso el artículo nunca vio la luz (y no me lo pagaron). Lo rescato en este espacio para insistir en una tesis: la empatía es el punto de partida de todo sistema vial vigente, pues los más grandes expertos en seguridad vial coinciden en la idea de que, para evitar darse en la madre, hay que pensar primero en los demás (obviamente). ********** La congestión vial no es un mal exclusivo de la  vieja normalidad . El tráfico, los accidentes viales y los embotellamientos conforman un solo y constante padecimiento que ha aquejado a casi todas las grandes ciudades desde el descubrimiento (¿o la invención?) de la rueda. Sin embargo, hasta hace un siglo y medio se llevaron a cabo muy pocos esfuerzos por buscarles

¡AQUÍ NO HAY NADA!

"¡Aquí no hay nada!". Ese era el mensaje que aparecía en este blog cuando lo abrí. Aquí no había nada más que un nombre y una descripción que no describe nada y que complica aún más el (re)conocimiento de estos impulsos vanos. Mi reconocimiento. Aquí no hay nada, solo una advertencia recursiva: aquí hay la nada, un punto vacío, una promesa, la promesa de la nada, la promesa de que no se va a prometer nada, la otra cara del ser (el trabajo, la vida, la memoria). Aquí hay un letrero que dice que no hay nada, aquí lo único que hay es el testimonio de una empresa diferida, prolongada hasta el cansancio, hasta mi propio límite; deformada para definirse en su deriva de imperfección y ruina. Aquí no hay nada, porque hasta ese "¡Aquí no hay nada!" se niega a sí mismo. Aquí no hay nada, aquí no ha habido nada, eso que aquí dice "Aquí" no es nada, y lo dice sin miedo, y lo reafirma con orgullo, y lo niega valiente, y lo grita con locura mientras niega hasta el espac